Contaba
el ex premier británico Winston Churchill que de joven su máxima aspiración era
llegar a ser diputado y que no dejaba de preguntarse cómo poder llegar hasta un
escaño. Una vez elegido diputado, al observar a sus nuevos colegas, lo que no
dejaba de preguntarse es cómo demonios habían conseguido llegar a diputados
algunos de los elementos allí sentados.
Seguramente
es lo mismo que deben preguntarse muchos parlamentarios serios, decentes y
responsables, que haberlos los hay, cuando contemplan las actitudes y
comportamientos de algunos de sus colegas, como en el caso de los diputados de
la Asamblea de Madrid, Bartolomé González e Isabel Redondo, cazados esta semana
in fraganti jugando en sus escaños con sus “aparatitos” mientras que en la
Asamblea se discutían temas tan poco relevantes para dichos parlamentarios como
el de la externalización de servicios sanitarios en la Comunidad de Madrid.
¿Cómo
han llegado ser diputados Bartolomé González o Isabel Redondo? Es difícil
precisar de forma exacta la manera en que han conseguido llegar a la Asamblea
de Madrid pero lo que sí es indudable, para quienes los conocemos
personalmente, es que ninguno de los dos ha llegado gracias a sus conocimientos
jurídicos, ni al respaldo de los militantes populares para su inclusión en las
listas electorales. En el caso de Bartolo, de estudios desconocidos, tras su
paso y expulsión de la Alcaldía de Alcalá de Henares, el Alcalde más caro de la
historia de la localidad, ha terminado recalando en la Asamblea de Madrid.
Seguramente su larga trayectoria política, única profesión que ha ejercido
aunque al abrigo de la misma se haya convertido en empresario según se acredita
en su parco curriculum en la página web de la Asamblea, ha debido ser su aval
para que el divino dedo superior le haya designado para figurar en la lista
autonómica del PP en las últimas elecciones autonómicas. Ya de jovencito, allá
por el año 1994, hizo gala de sus dotes conspiratorias y de sus malas artes
para desbancar a la entonces Presidenta popular alcalaína, Rosalía, que aún
debe estar sacándose dagas y puñales de la espalda. Por tanto, este cóctel de
trepador, desmedida ambición y carencia de formación jurídica han debido ser
cualidades más que suficientes para elevarle a tan altas instancias
parlamentarias, con el resultado que esta semana todos hemos podido constatar.
En
el caso de Isabel, historiadora de estudios y de profesión política, sólo
existe coincidencia con el anterior en su ausencia de formación jurídica, algo
que, al parecer, no importa nada para ocupar un escaño en el órgano legislativo
de la Comunidad de Madrid, pero siempre se ha sabido mover muy bien por los
pasillos de la Calle Génova. Con su talante antiliberal que la caracteriza, hace
pocas semanas, recriminó duramente a una afiliada popular de Rivas-Vaciamadrid
por haberse atrevido a escribir en su muro de Factbook una crítica sobre la
supresión de la paga extra a los empleados públicos; según la parlamentaria, no
se puede ejercer la libertad de expresión en las redes sociales. Claro, luego
pasa lo que pasa, que como hay libertad de expresión te pillan “estafando” a
los contribuyentes, es decir, usando el sueldo que te pagan para jugar, en vez
de trabajar, y encima van y lo publican.
Claro
que el caso de estos dos dipujetas no es el único. Hay por la Asamblea de
Madrid un diputado popular al que sus compañeros han tenido en más de una
ocasión que llamarle la atención para que hable más bajo con el móvil a la hora
de hacer sus transacciones comerciales en el mundo de la automoción. En otras
ocasiones han sido noticia diputados que son cazados mientras hacen crucigramas
en sus escaños, juegan con la tablet o simplemente duermen. En febrero de 2008
Lola Gay, diputada del PSPV por Alicante, fue 'cazada' por los fotógrafos navegando
por la web de 'Privalia.com', un club privado de compras, mientras elegía
modelitos exclusivos en lugar de realizar su trabajo parlamentario. Con estos
jetas ¿le extraña a alguien que la clase política pierda cada vez más
prestigio?
Resulta
inadmisible que el Director de la Razón, Sr. Marhuenda, rompa una lanza a favor
de estos dipujetas madrileños y de cuantos siguen sus mismas prácticas,
afirmando que se pueden hacer dos cosas a la vez, jugar y atender al debate
parlamentario. Es posible que se pueda, que tengan esa capacidad, pero no se
debe por una simple razón: se les paga para que atiendan a su trabajo
parlamentario, no para que jueguen en su escaño. Así de claro y sencillo.
Dipujetas como Bartolomé González e Isabel Redondo desprestigian la labor y el
trabajo de muchos otros parlamentarios decentes y trabajadores y no se merecen
estar en la misma categoría política. Una vez más falla la ejemplaridad.
Es
evidente que a estos dipujetas les aburría su trabajo, que les aburría el
debate sobre la sanidad madrileña y sobre los problemas de los ciudadanos de
Madrid, que no tienen ningún escrúpulo moral en cobrar por un trabajo que no
hacen y que carecen de legitimidad moral para seguir ni un solo día más
sentados en el parlamento madrileño. Si les queda algo de vergüenza deberían
dimitir e irse a la calle a ganarse la vida como cualquier ciudadano, aunque
después de tantos años viviendo a costa de su partido y de los ciudadanos lo tengan
francamente difícil.
Santiago
de Munck Loyola