La sentencia de Estrasburgo sobre
la doctrina Parot ha suscitado toda clase de reacciones entre la opinión
pública y entre los dirigentes políticos españoles. Frente a la generalizada
indignación que supone el hecho de que en virtud de esta sentencia muchos
asesinos múltiples, violadores y terroristas sanguinarios vayan a salir de las
prisiones y de que, por tanto, les haya salido muy barato el daño que han
causado a sus víctimas se han alzado algunas voces, cuando no complacientes, sí
profundamente satisfechas con el resultado de la sentencia. Y no, no se trata
de la evidente satisfacción y alegría del entorno etarra tanto en su vertiente
legalizada por el Constitucional como en su vertiente ilegal y clandestina, sino
también de una parte de la izquierda española, la izquierdona irredenta a la
que le ha faltado tiempo para congratularse por una sentencia que consagra una
profunda injusticia y que propina un doloroso golpe a las víctimas, a sus
familiares y a las personas decentes de nuestro país.
Los portavoces del PNV han sido
más prudentes que otros a la hora de valorar esta sentencia y han pedido
moderación al entorno etarra y le han recordado que no tienen motivos de
orgullo que exhibir. No hay que olvidar que aunque excepcionalmente también
gente próxima al nacionalismo moderado vasco ha sufrido en alguna ocasión los
zarpazos de la banda asesina, pero es inevitable recordar igualmente la famosa
frase del Sr. Arzallus “unos sacuden el
árbol y otros recogemos las nueces”, para entender esa calculada ambigüedad
que siempre ha caracterizado al nacionalismo vasco en relación a la violencia
etarra. Las reacciones del mundo proetarra han sido más o menos las esperadas:
satisfacción, alegría y ausencia absoluta de arrepentimiento.
Pero en el ámbito de la
izquierda, una vez más, se han puesto al descubierto los verdaderos rostros y
simpatías de algunos. Llama poderosamente la atención, sobre todo al que no
conozca la auténtica trayectoria ideológica de ese furgón escoba que es
Izquierda Unida, cómo muchos de sus dirigentes se han apresurado a aplaudir la
sentencia de Estrasburgo subrayando su papel defensor de los derechos humanos y
su supuesto triunfo sobre el anormal funcionamiento, a su juicio, de nuestro
Estado de Derecho. El Diputado de IU, Alberto Garzón, se apresuró a escribir en
su twitter lo siguiente “Buena noticia.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha reafirmado la condena a España por
violar los derechos en la
Doctrina Parot ”. Ni una palabra del Sr. Diputado respecto
a las víctimas, ni una línea sobre los derechos humanos de las mismas. Claro
que lo de su jefe de filas, el Sr. Llamazares, es también de nota. El diputado
comunista pidió lo obvio que el Gobierno acatase el fallo de Estrasburgo y que
no buscase subterfugios, como "retenciones
ilegales", que pudieran llevar a futuras condenas de Europa. Según él,
la decisión de Estrasburgo era “justa”
y "ajustada a derecho" y
avergüenza al Gobierno y a las instituciones españolas, como el Tribunal
Supremo y Tribunal Constitucional, quienes han sufrido un gran
"varapalo". Don Gaspar parece no saber distinguir entre una decisión
legal, ajustada a derecho, y una decisión justa, ajustada a los cánones éticos
y morales imperantes en una sociedad occidental. Al igual que su colega Garzón,
Llamazares tampoco dedicó ni un minuto a valorar el dolor de las víctimas, ni
el alcance y significado de la palabra Justicia para ellas. Aunque a alguien le
pueda sorprender esta actitud no es nueva en Izquierda Unida, viene de lejos. En
esta formación siempre ha existido una fuerte tendencia a posicionarse de forma
extraña en relación al terrorismo y a su represión. Posición, en cierto modo,
antisistema que termina por separarles de las víctimas y a acercarles, en
nombre de su peculiar interpretación de la defensa de los derechos humanos, a
la coincidencia con los planteamientos, supuestamente antirepresivos, de los
defensores de los violentos. En perfecta sintonía con esa tendencia, allí donde
gobierna IU, como en el caso de Rivas-Vaciamadrid, se emplea dinero público y
se ceden espacios públicos para la organización de conciertos en los que los
amigos y cómplices de los violentos encuentran acomodo. En ese municipio, año
tras año, IU de Rivas abre las puertas del municipio a Fermín Muguruza, a Berri
Txarrak, a Banda Bassotti o Riot Propaganda… ¿por qué será? Es lo de siempre,
el mismo maniqueísmo que la izquierdona emplea a la hora de condenar unos
regímenes totalitarios porque son de derechas y de bendecir otros porque son de
izquierdas es el empleado a la hora de defender los derechos humanos de las
víctimas o de los verdugos.
Y si examinamos la reacción
socialista ante el varapalo judicial a la dignidad, la memoria y la justicia
para las víctimas resalta sobre todo el profundo cinismo de algunos de sus
dirigentes. No hay ninguna duda de que la derogación de la Doctrina Parot fue negociada
con la banda asesina, así como la legalización del brazo político de la basura
etarra. Hoy tenemos a terroristas sentados y subvencionados en las instituciones
democráticas y el fin de la Doctrina Parot ,
fin en el que ha participado un juez designado por el Zapaterismo, el Sr. López
Guerra. Aquella negociación, caso Faisán incluido, se hizo siendo Ministro del
Interior el Sr. Rubalcaba quien entonces debía saber y haber previsto lo ahora
está diciendo en relación a este asunto, que la sentencia va a tener “consecuencias muy dolorosas para mucha
gente” y que el Estado “tendrá que
estar atento para evitar y paliar el sufrimiento de la gente”. ¡A buenas horas,
mangas verdes! Pero, al margen de la repetida simpleza sobre la necesidad de
acatar la sentencia ¿alguien ha escuchado a Rubalcaba pronunciarse a favor o en
contra de la Doctrina Parot ?
Entre la izquierdona irredenta y
la pastelera parecen olvidar que la defensa de los derechos humanos pasa, en
primer lugar, por los de quienes con el sacrificio de su propia vida han
conseguido que unos y otros puedan hoy expresarse con absoluta libertad y en
los términos en los que lo hacen. Parece que muchos olvidan el tremendo precio
que muchos españoles han tenido que pagar por la libertad y la democracia para
todos. Y es que la gratitud no es una virtud al alcance de todo el mundo.
Santiago de Munck Loyola