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sábado, 30 de julio de 2016

CARTA ABIERTA AL ALCALDE DE ALICANTE.


Sr. Echávarri:

Permítame que le distraiga un momento de sus altas ocupaciones para llamar su atención sobre un problema que estamos sufriendo cientos de vecinos de Rocafel. A la desidia y al tradicional abandono a los que nos tiene sometidos su administración municipal (no hay más que darse un paseo por la zona para darse cuenta de ello) hay que añadir ahora el mal uso del entorno practicado por algunos vecinos con el consentimiento del Ayuntamiento que usted preside.

Basta con que se dé una vuelta por las calas existentes junto al Hotel Albahía o el Edificio Helios para comprobar “in situ” el grave problema de convivencia y sanitario que la apatía, dejadez y abandono de su Ayuntamiento están generando. ¿Se imagina alguien que la Playa del Postiguet se convirtiera en zona de acampada libre, que se instalasen tenderetes donde familias enteras pasan la noche, donde se ocupan las zonas de juegos infantiles con mesas y sombrillas durante todo el día, donde se abandonan restos de comida y envases, donde sus ocupantes usan el entorno e incluso los portales de los edificios para defecar? ¿A qué no? 

¿Consentiría la Policía Municipal que las furgonetas de estas personas bloqueasen los accesos a la playa del Postiguet? Pues bien, si la respuesta es negativa me puede usted decir ¿por qué los vecinos de Rocafel tenemos que soportar todo eso sin que la Policía Municipal haga acto de presencia y haga cumplir las normas más elementales de convivencia? ¿Acaso no pagamos impuestos como los demás?

Desgraciadamente las cientos de familias que vivimos en la zona nos hemos acostumbrado a que todos los días a las siete de la mañana aparezca la grúa municipal para hacer caja llevándose vehículos que no obstruyen la circulación y, sin embargo, no aparece durante el día cuando la afluencia a las calas impide en muchas ocasiones la circulación normal. Nos hemos acostumbrado a que el Ayuntamiento no haya repuesto desde hace muchos años los carteles indicadores que existían en las playas prohibiendo arrojar basura o el baño de perros, lo que provoca no pocos conflictos. 

Nos hemos acostumbrado a ver a un grupo de jubilados reconstruyendo con sus propias manos una rampa de acceso al agua para los minusválidos mientras usted invierte en playas para los perros. Nos hemos acostumbrado a que no limpien la zona de aparcamiento durante más de tres años consecutivos y a que la pintura que señalizaba las plazas sea un simple recuerdo. Incluso nos hemos acostumbrado a un servicio de recogida de basuras más que deficiente. 

Pero todo tiene un límite Sr. Alcalde. Si usted no está dispuesto a cumplir la Ley, si no está dispuesto hacer que se cumpla, si no está dispuesto a tratarnos con igualdad y a dotar a nuestro barrio de los más básicos y elementales servicios públicos mejor váyase a su casa.

Su sueldo, Sr. Alcalde, incluye ocuparse no solo de la alta política, sino también ocuparse de los problemas diarios de sus conciudadanos. Usted es responsable directo de la pésima situación de un barrio tan céntrico como el nuestro y de dejar que se convierta en una ciudad sin ley. Haga el favor de ponerse las pilas y de trabajar por la gente. No es tan difícil.


Santiago de Munck Loyola

viernes, 29 de julio de 2016

Tiempos de miserables.




Llueve políticamente y mucho, aunque algunos parece que no les importa. Tres gigantescas tormentas descargan con fuerza agua empapándolo todo. Pero ellos a lo suyo, a los vetos, las líneas rojas, las simplezas, las mezquindades, los intereses personales, pero no ven ni van más allá de sus narices.

Llueve y mucho, hasta el punto de que esto puede terminar en una riada, en una tremenda inundación sin que nadie haga nada, sin que nadie se gane el sueldo, sin que nadie ponga los medios para evitar la catástrofe. A la inmunidad parlamentaria han añadido la impunidad política.

La unidad de España está más en riesgo de desaparecer que nunca. Los independentistas siguen, paso a paso, la ruta que ellos llaman de desconexión. Desprecian la soberanía del pueblo español, ignoran las resoluciones de los tribunales incluidas las del Tribunal Constitucional, malgastan el dinero de todos y encima populares y socialistas se están pensando si retuercen el Reglamento del Congreso para que estos tipejos puedan tener grupo parlamentario propio desde el que poder seguir atacando a España y, por tanto, puedan recibir unos cuantos millones de euros a cuenta de nuestros impuestos para emplearlos en su único objetivo: romper España. No sé lo que pensarán otros, pero me da que estos independentistas son cuasidelincuentes y quienes les ayuden o faciliten medios públicos para que puedan seguir atacando a nuestra Constitución serán, sin duda, sus cómplices. A los golpistas ni agua.

Por si fuera poco, además de la amenaza interior a la unidad de España y a la convivencia pacífica, crece la amenaza del terrorismo islamista. Esa gente lleva años realizando matanzas en nombre del Islam, secuestrando, torturando o asesinando de forma despiadada a hombres, mujeres o niños por ser cristianos, musulmanes, homosexuales o laicistas en países asiáticos o africanos y ahora han llegado a Europa. Actúan de momento en casa de nuestros vecinos pero ya están entre nosotros. Se saben que nos van a atacar y puede ser en cualquier momento. Hoy, mañana, dentro de un mes y lo harán en cualquier sitio. Pero no pasa nada. Nuestra clase política sigue bajo su paraguas a sus cosas, instalada en lo políticamente correcto y, salvo excepciones, nadie dice lo que es evidente: que nos han declarado la guerra, que somos objetivo de los islamistas, que hay que tomar medidas, que no hay alianza posible con esa civilización y que, lo cierto, es que existe una incompatibilidad radical entre el Islam, moderado o fundamentalista, y la Europa de raíces cristianas, de cultura laica, de igualdad de derechos entre sexos y de primacía de la libertad individual.

Y una tercera tormenta que está descargando con fuerza es la económica. España necesita mantener el crecimiento económico y acelerarlo para crear empleo. Hemos salido, no sin esfuerzos y sacrificios, de la recesión, pero seguimos en plena crisis económica. Cuatro millones de desempleados, uno de cada cinco españoles, una deuda pública voraz y un déficit crónico así lo acreditan. España ha eludido por los pelos una sanción de la Unión Europea por incumplir los objetivos del déficit, para mayor frustración de la izquierda, pero habrá de recortar el gasto público en 15.000 millones de euros en dos años. Los efectos del Brexit se harán notar a medio y largo plazo y España necesita un gobierno fuerte y sólido que proporcione confianza a los mercados y que sea capaz de acometer las reformas estructurales aún pendientes. Y eso no lo puede afrontar un gobierno en funciones, ni siquiera un nuevo gobierno débil.

Ante los graves riesgos que nos acechan, ante una situación que bien podría calificarse de emergencia nacional lo cierto es que la actitud de la clase dirigente es más que decepcionante. Su falta de patriotismo, su mezquindad, su cortedad de miras, su falta de generosidad, su sectarismo y su egoísmo son deleznables. Los españoles no nos merecemos unos líderes como éstos, gente sin palabra que sólo se mueve en función de los intereses personales y partidistas y sin la más mínima visión de Estado. Nos ha debido tocar vivir en tiempos de miserables. Ante este panorama cunde el desencanto y la perspectiva de unas terceras elecciones generales en menos de un año ya desalienta a muchos ciudadanos dispuestos a pasar de las urnas. Y el efecto debería ser el contrario, si hay terceras elecciones todos habremos podido constatar hasta la saciedad de qué pasta están hechos estos candidatos y hasta dónde ha llegado su vocación de servicio a los ciudadanos, a España y a su propio interés egoísta. Unas terceras elecciones deberían servir para pasarles factura, no para quedarnos en casa.

Si ante la amenaza separatista, el terror islamista y el descalabro económico estos líderes no son capaces de mover un centímetro sus simplistas posiciones es hora de despedirlos. Que no nos hablen de principios, de programas o de otras gaitas. Es hora de que levanten la mirada y pongan por delante de todo a España.

Santiago de Munck Loyola

miércoles, 13 de julio de 2016

Las nuevas vestales.


Parece que las vestales han vuelto, que han resucitado o que se han reencarnado en algunos de nuestros líderes políticos. Las vestales, una excepción en el orden del clero pagano romano, tenían la responsabilidad de mantener el fuego encendido del templo de Vesta por lo que no podían alejarse mucho de ese lugar ya que eran duramente castigadas si, estando de servicio, la llama sagrada se apagaba. Estas sacerdotisas mantenerse vírgenes durante los treinta años que duraba su mandato, pero gozaban de algunos privilegios en comparación con el estatus del resto de las mujeres romanas.

Y al modo de las vestales da la sensación de que líderes políticos como Rivera o Sánchez, por citar solo dos, anteponen su supuesta obligación de velar por que no se apague el fuego sagrado de sus respectivos programas a la necesidad de que España cuente con un gobierno solvente y estable. Vírgenes, vírgenes políticas se entiende, la verdad es que no lo parecen mucho. Ambos yacieron juntos para engendrar un pacto de gobierno no viable y a ambos se les apagaron sus respectivas llamas sacrosantas y programáticas, por lo que parece que fueron sancionados en las urnas el 26 de junio.

Andan ahora mareando la perdiz con la posibilidad de permitir o no que España pueda contar con un próximo gobierno y hasta el más pintado se pierde con sus declaraciones o las de sus acólitos. Van y vienen, suben y bajan, vetan o votan, pero todo antes de sentarse a estudiar los papeles que, precisamente hoy, les ha entregado el Presidente en funciones con las propuestas para un acuerdo. Tanto la dirección del PSOE, como la de Ciudadanos ya han acordado el sentido de su voto en las dos hipotéticas sesiones de investidura a las que habría de someterse Rajoy sin haber leído una solo línea de las propuestas de acuerdos del Partido Popular y sin que, y es lo más grave, ni tan siquiera sea seguro que vayan a producirse esas sesiones de investidura.

Y cuando no se esconden tras la llama sagrada del programa lo hacen tras la llama sagrada de la interpretación de la voluntad de sus votantes. Olvidan, cuando les conviene, que nuestra democracia no descansa en el mandato imperativo, sino en el representativo. Dicen las últimas encuestas que  7 de cada 10  votantes socialistas tienen claro que, si fuera el único modo de que no se repitieran las elecciones, el PSOE debería pactar reformas con el PP y permitir con su abstención que el candidato popular pudiera poner en marcha un Ejecutivo. ¡Qué sabrán! ¿Quién mejor que Sánchez y sus acólitos para interpretar la voluntad de sus votantes en el Templo de Ferraz?

Tampoco podemos olvidar que según Alberto Rivera "la regeneración democrática y política pasa por gente nacida en democracia” y que, por tanto, él y los de su quinta están más que legitimados para orientarnos y dirigirnos a los que, para bien o para mal, nacimos antes de 1977. Un servidor contaba con 17 años cuando murió Franco y vivió con plena conciencia e interés el nacimiento de nuestra democracia. Es muy probable que por ello, el “vestal” pretendidamente centrista Rivera no haya podido empaparse del verdadero significado de verbos como acordar, negociar, pactar, consensuar, ceder o comprometer. Es una verdadera lástima que mientras intentaba medrar en las NNGG del PP no dedicase algo de tiempo a aprender y a aprehender un poco de lo que ocurrió durante la transición, de la capacidad de acuerdo y de diálogo de políticos ideológicamente irreconciliables pero capaces de ponerse de acuerdo para sentar las bases de la convivencia pacífica que hoy aún disfrutamos. No negociaron minucias, no. No alcanzaron acuerdos para una o media legislatura, no. Fueron capaces de algo mucho más grande, con sus defectos sí, pero cuya vigencia y bondades nos alcanza de lleno.

El peligro, Sres. Rivera, Rajoy y Sánchez, no es la vuelta a las urnas, salvo para ustedes. No traten de engañarnos una vez más. El peligro real para España es que de sus conversaciones y pactos salga un gobierno débil, hipotecado e inoperante que sea incapaz de ofrecer estabilidad, progreso y confianza para combatir de una vez y con decisión las lacras del paro, de la corrupción y de la ruptura de España. Ese sí que es un verdadero peligro. Afortunadamente aún conservamos un rayo de esperanza, el mandato de las nuevas “vestales” no es de treinta años.

Santiago de Munck Loyola