Ayer, la nueva Presidenta del PP
vasco, Arantza Quiroga aseguró ante Mariano Rajoy que el “caso Bárcenas” le
parecía “vomitivo” y que el Partido Popular, cuando pudiese, debería “afrontar
la recuperación de la confianza perdida” por culpa de “algunos”. Quiroga afirmó
con rotundidad que “todos los militantes del PP están asqueados” con el tema de
Bárcenas y desean que la
Justicia “actúe con rapidez”. De forma muy elocuente recordó
que mientras que a algunos les temblaban las piernas cuando tenían que ir a un
Pleno en el País Vasco, otros estaban a otra cosa, estaban dedicados a hacer
“caja”. ¡Qué gran verdad! ¡Qué contraste entre el valor, la generosidad y el
heroísmo de algunos y la miseria política y moral de otros!
No se equivoca un ápice Arantza
Quiroga cuando afirma que todos los militantes del PP están asqueados por este
asunto, pero se queda corta. La mayoría de los militantes del PP estamos
asqueados por este y por otros asuntos que afectan a la trayectoria política y
a la imagen de nuestro partido y no queremos consolarnos con la idea de que en
todas partes cuecen habas. Hablamos de nuestra propia casa y lo que ocurra en
ella será un grave condicionante de la credibilidad del discurso popular. No se
puede señalar la paja en el ojo ajeno ignorando la viga que ciega el propio.
Asquea a cualquier militante el
llamado caso Bárcenas y todo lo que en torno al mismo se va conociendo con
cuentagotas. Asquea, no ya el simple hecho de que un señor se haya “forrado”
durante años a costa de las cuentas del Partido Popular sin que nadie notase
nada extraño, sino también que algunos dirigentes hayan estado cobrando
sobresueldos, indemnizaciones o gratificaciones, legales o ilegales, porque
parece que la suma de las retribuciones de los cargos públicos que desempeñaban
más los sueldos de los cargos orgánicos suponen unas cifras más que dignas para
vivir. Asquea saber que mientras que algunos teníamos que poner dinero de
nuestro bolsillo hasta para comprar la cola de las pegadas de carteles o para
pagar los autobuses con los que nos desplazábamos al país Vasco para apoyar a
nuestros compañeros otros nadaban en la abundancia nacida de donativos,
seguramente poco desinteresados.
Asquea a cualquier militante que
el nombre de nuestro partido se asocie con tramas presuntamente corruptas y
dadivosas hasta extremos increíbles. Asquea que se mantengan privilegios
fiscales o en materia de pensiones a sus señorías mientras se imponen duras
cargas al resto de los ciudadanos. Asquea el hecho de que la presencia de
imputados y procesados en diferentes bancadas populares no se salde con la
pública reprobación de los mismos o, al menos, con su apartamiento cautelar de la
protección del paraguas de las siglas del partido. Asquea que diputados sean
sorprendidos in fraganti conduciendo ebrios y no presenten su dimisión ante la
absoluta irresponsabilidad y falta de ejemplaridad que su conducta implica.
Asquea que haya cargos públicos ostentando muy altas responsabilidades habiendo
mentido en su curriculum durante años y que el descubrimiento de esta
circunstancia no suponga su cese inmediato. Asquea que los militantes sean
ignorados en muchas ocasiones a la hora de designar a los líderes territoriales
del partido o a la hora de informarles debidamente sobre las finanzas del
Partido y que los incumplimientos sistemáticos de los Estatutos del Partido o
del Código de Buenas Prácticas por parte de algunos dirigentes no reciba el
reproche público de quienes tienen potestad para ello.
Da asco, en definitiva, que una vocación
tan noble como la política esté siendo envilecida por algunos mercenarios,
pocos, es verdad, pero muy significativos y estratégicamente situados no por la
voluntad del militante sino del “dedazo” superior. Da asco que algunos, sin formación
alguna y sin más mérito profesional que la especialización en el arte de hacer
pasillo, en el del peloteo, o en el derivado de su parentesco o de sus
amistades, hayan logrado ocupar escaños, concejalías o alcaldías, convirtiendo
la política en un simple modus vivendi y no en un servicio al interés general y
al ciudadano.
Bárcenas es algo más que un señor
espabilado. Es la representación, la personificación de un peculiar modo de
entender la política que desgraciadamente es, en su esencia, perfectamente
asimilable a muchos otros comportamientos que, sin un componente económico tan
claro, participan de todo lo contrario a lo que significan los valores y los
nobles ideales de una vocación de servicio al bien común. Hay muchos motivos
para sentir asco pero todo dependerá del grado de escrupulosidad de cada uno.
Santiago de Munck Loyola