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martes, 17 de enero de 2012

D. Manuel Fraga Iribarne.

Esta tarde ha sido enterrado en el pueblo de Perbes Manuel Fraga Iribarne cerrando una etapa pública de 60 años. Desde muy pequeño escuchaba su nombre en casa. Mi padre, profesor de idiomas, daba clases particulares a algún colaborador directo del entonces Ministro de Información y Turismo y a algún familiar muy cercano al mismo, si no recuerdo mal.

Desde los años 70 seguí constantemente su trayectoria política. Leía sus libros, sus artículos y desde la fundación de Alianza Popular me convertí, primero en seguidor de la misma, y más tarde en afiliado. En 1977, en la zona de Chamartin, existía una sede de AP, en un chalet cerca de la Av. De Pío XII, en la que se distribuía una gacetilla que se titulaba curiosamente “fragancia popular”.

Mucho se ha escrito estos días sobre D. Manuel, mucho y para todos los gustos. Quizás haga falta que el tiempo transcurra más para poder tener una visión más objetiva del alcance y significado de una figura tan controvertida como la de Fraga, pero es inevitable que cada uno, desde su perspectiva, desde su simpatía o su fobia, plasme sin objetividad sus sentimientos. Si hay algo indiscutible es que una personalidad tan fuerte como la de de Fraga no deja indiferente a nadie.

Desde la admiración que me produce la inteligencia, la capacidad de trabajo y la honestidad indiscutible de Manuel Fraga no puedo, por menos, que rechazar de plano muchas descalificaciones que se han vertido desde el sectarismo, el revanchismo y el odio, en muchos casos fundamentadas en la ignorancia oi en la manipulación grosera de la historia. Para reivindicar la memoria histórica no hace falta prostituir los hechos que conforman nuestro pasado reciente.

Prueba de ese sectarismo contumaz y de ignorancia supina es el siguiente ejemplo extraído de un blog refiréndose a Fraga: “…si un tipo es capaz de estar bajo gobiernos de Franco, con el cargo de ministro, durante los años sesenta, y además sentarse en un consejo de ministros que decidió, de forma corresponsable, el asesinato de Julián Grimau, simplemente por ser comunista, sólo puede ser lo que fue. Un tipo despreciable.” Cuando lo cierto es que ningún Gobierno decidió ningún asesinato, ni el de Grimau, ni el de nadie. Julián Grimau, enviado desde el exilio a España por Carrillo en los años 60 pese a la advertencias de personas como Claudin o Semprún que entendían que esa misión equivalía a enviarle a una encerrona, fue responsable, como todo el mundo sabe, de decenas de casos de tortura y asesinatos de civiles cometidos en una checa de Barcelona durante la guerra civil y como tal fue juzgado y condenado por un tribunal, no por ningún Consejo de Ministros. No fue condenado por ser comunista, sino por los crímenes que había cometido. Y para qué mencionar las constantes referencias a los sucesos de Vitoria en los que el Ministro de Gobernación en funciones era Adolfo Suárez ya que Fraga estaba de viaje oficial en Alemania. No importa, la verdad a algunos no les importa mucho.

Pero, claro, que con tal de enfangar y reabrir heridas todo vale, hasta simplezas como la anterior que descalifican a quien las profiere aunque siempre habrá otros simples dispuestos a aceptarlas como dogmas con tal de alimentar odios ancestrales y reafirmar convicciones instintivas más que racionales. Allá ellos, pero qué pena.

Lo cierto es que se ha ido un gran hombre, un hombre de estado, un pensador político, un animal político de los pies a la cabeza, una persona tremendamente honesta, el artífice de la democratización y modernización de la derecha española que contribuyó en gran medida, lo quieran reconocer o no, a que la transición fuera posible. Descanse en Paz Don Manuel.

Santiago de Munck Loyola

viernes, 18 de noviembre de 2011

¡A reflexionar! (el que lo necesite).

Hoy estamos en Jornada de Reflexión porque así lo impone la vigente Ley electoral española. Un curioso invento que parece querer invitarnos a los electores a que dediquemos el día a reflexionar sobre lo que vamos a votar al día siguiente. Se trata, sin duda, de un tecnicismo paternalista porque los ciudadanos somos libres para decidir a qué podemos dedicar o no cualquier día del año. Las legislaciones electorales de los países democráticos son muy variadas al respecto y podemos encontrar versiones para todos los gustos. Aquí, durante la jornada de reflexión los candidatos y los partidos políticos no pueden distribuir propaganda y no pueden realizar actos de ninguna clase encaminados a la petición del voto. Nuestra Ley no sólo establece esta limitación, sino también la publicación de encuestas durante los cinco días previos a las votaciones, limitación, por cierto, promovida con vehemencia en su día por D. Manuel Fraga. Sin embargo, nada impide que los medios de comunicación españoles puedan hacerse eco de las encuestas que publican los medios extranjeros tal y como hemos podido ver con la encuesta que el “Times” acaba de publicar otorgando al PP una ventaja de 20 puntos sobre el PSOE.

En su día, las limitaciones a la actividad electoral en el día previo a las votaciones se establecieron en algunos países para evitar que los militantes y simpatizantes de los partidos concluyeran las campañas electorales a bofetada limpia, como era habitual, antes de ir a votar. Llamar hoy a este día jornada de reflexión constituye un anacronismo más a sumar al de las propias campañas electorales en su actual configuración. Oficialmente la campaña electoral dura quince días, sin embargo nosotros llevamos más de cuatro meses de campaña real. No está de más recordar que desde 1978 la única jornada de reflexión no respetada y violada fue la de 2004, primera vez que Zapatero llegó al poder, y que el artífice de aquel atropello a la Ley electoral fue, el hoy candidato socialista, P. Rubalcaba.

Pocos serán los que a estas alturas no tengan ya decidido su voto tras tantos meses de campaña y, por tanto, los que necesiten hacer uso de la jornada de hoy para reflexionar sobre su voto del domingo.

En el fondo, la decisión del voto del domingo se limita a elegir entre seguir otros cuatro años más con el mismo partido que hasta ahora ha gobernado y sus políticas o cambiar de partido y de políticas. Continuidad o cambio, así de sencillo. Cerrar el ciclo político que se inició tras los atentados del 11M o mantenerlo prorrogándolo cuatro años más.

Todas las encuestas han vaticinado la victoria del cambio y el domingo por la noche conoceremos la magnitud del mismo. Ojala sea lo suficientemente contundente como para construir un futuro ilusionante que nos haga olvidar pronto el triste presente que nos legan.

Santiago de Munck Loyola