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lunes, 12 de marzo de 2012

11 M: un aniversario doblemente triste.

El octavo aniversario de la masacre del 11 M ha sido una conmemoración doblemente triste. A la tristeza por el recuerdo y la añoranza de los fallecidos y por la angustia y el dolor de los heridos, se ha unido la tristeza por el espectáculo de una clase política y sindical incapaz de aparcar sus diferencias tan sólo un día al año para honrar y recordar a las víctimas con la unidad, el respeto y la dignidad que, con toda seguridad, se merecían.

Las víctimas de aquel terrible acto terrorista, al igual que todas las demás víctimas del terrorismo, se merecían y se merecerán siempre que toda la sociedad española, personificada en sus representantes políticos, sindicales y sociales, les dedicasen y les dediquen en el futuro un gesto, un día de recuerdo, en exclusiva. Un día sin pancartas, silbatos y panderetas. Un día sin manifiestos, proclamas y discursos ajenos al dolor, al recuerdo y al homenaje de los ausentes y de los supervivientes. Un día sin más convocatoria que la del tributo al sacrificio de los inocentes y de repulsa a los violentos, a sus cómplices y beneficiarios. Pero, lamentablemente, no ha sido así para vergüenza de quienes no han querido que así sea, ni de quienes les apoyan y para vergüenza de toda una sociedad que lo consiente.

Hay 365 días al año para discrepar, para discutir, para reivindicar, para protestar o para captar el protagonismo de los medios de comunicación. Hay 365 días al año para todo eso y para mucho más. Pero sólo hay un día al año, el 11 M, para rendir el homenaje exclusivo que se merecen las víctimas del terrorismo. Esas víctimas que un 11 de marzo de 2004 fueron protagonistas sin quererlo, sin buscarlo y sin merecerlo, al igual que todas las demás víctimas del terrorismo. ¿Tan difícil era dejar a un lado cualquier cosa que no fuera el recuerdo a las víctimas? ¿Tan difícil era que toda la clase política, la sindical y la social compareciesen juntos para recordar, honrar y llorar a las víctimas del terrorismo? ¿Es posible que quienes deben liderar y dar ejemplo al conjunto de la sociedad sean tan miserables, tan mezquinos, tan ruines y tan insensibles? Pues parece que sí. Parece que quienes, desde los distintos ámbitos, lideran nuestra sociedad son todo eso y capaces de mayores bajezas si cabe.

Qué pena, qué tristeza y qué asco. Ni las víctimas, ni el resto de los españoles nos merecemos unos dirigentes así.

Santiago de Munck Loyola